domingo, 6 de diciembre de 2009

Lineas

Un trazo. Y después otro. Más tarde, seguramente se produzca otro movimiento de igual nombre. Siempre ocurre igual y en cambio, no termina.

Podemos plantearlo como si cada persona representara una línea en la vida de alguien. La conoces, y ya poseemos el primer punto, el que siempre resulta ser el de partida. Surge algo en común, confluyen tardes y sonrisas y con ello somos capaces de situar un segundo punto, aquel que por la matemática mas sencilla y elemental, cualquiera es capaz de esgrimir una recta cercana a la perfección. Pero sólo este planteamiento es correcto, los números presentan multitud de limitaciones cuando llegamos al terreno de la práctica, al lugar donde transcurren las vidas y no los cálculos.

La línea queda marcada. La persona queda atravesada, colgada, pendiente de ella. Pero la estadística nos asegura que hay multitud de puntos que pueden llegar a nosotros, como un coche viaja de A a B en un examen o una coordenada nos permite encontrar nuestro destino buscado. Cuantas más líneas, mayor es la superficie de dibujo que tendremos que utilizar para representarlas. Se trata de un crecimiento exponencial en el cual pueden producirse conflictos de intereses, relaciones complicadas o amores imposibles. Pero también puedes hallar la respuesta a tus esfuerzos o la visión que supera a tus mayores expectativas.

El problema siempre será el mismo. La araña puede enredarse con su propia tela. El ángel mas atrevido puede estrellarse contra el techo del cielo. Y el que traza líneas puede quedar sujeto a ellas como una marioneta. Cualquiera puede manejarte, mover una mano en el sentido contrario de donde quieres apoyarte, hacer que des un paso en falso cuando quieres avanzar. Sí, las líneas han ayudado a levantar los mayores imperios, pero también han sido partícipes de su hundimiento.

Para nosotros, son inofensivas. Podemos convertir en ceniza el papel sobre el que las dibujamos. Podemos eliminar el trazo con un movimiento de goma de borrar. Podemos rectificar su dirección para que pasen de largo y ni siquiera se conviertan en tangentes a nosotros.

Y por qué no, también podemos optar por dibujar círculos. Poseen un mayor atractivo, mayor perfección y tiempo de elaboración, y ademas siempre toman una forma cerrada, sólo para nosotros, sus poseedores. Y sobre todo, cuentan con un número infinito de puntos y un centro para situarlos, algo que deberíamos de aprender de ellos, puesto que nunca son capaces de completarse a sí mismos y por ello pueden dedicarse infinitamente a una búsqueda incesante de sus partes y componentes más esenciales. Y por si fuera poco, nacen, crecen y mueren conociendo su centro, el punto hacia el que cualquiera puede expandirse y moverse.

Comparados con ellos, las líneas resultan ingratas, vacías y mentirosas. Envidio a los círculos...

1 comentarios:

Rojoven dijo...

Esto es, principalmente y como motivo único (redundancia), para tocar los huevos, y para seguirle el rollo a Xamarzu. #yotambienquieroquesaetatengatwitter

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